MORFOLOGÍA
El cuerpo de los caballitos de mar está cubierto
por una armadura de placas o anillos de constitución ósea. Su forma de nadar es
muy diferente a la de los demás peces, así como la característica de tener el
cuerpo en ángulo recto con la cabeza, hecha que no se da en ningún otro género
conocido de peces. Adoptan una posición erecta, impulsándose con su aleta
dorsal. El desplazamiento vertical lo consigue ajustando el volumen de aire de
las vejigas natatorias y mediante las aletas pectorales. Las aletas son muy
tenues y tienen forma de abanico. La dorsal impulsa los desplazamientos
horizontales, y la agita unas 3 veces y media por segundo. No tienen aleta
anal, en su lugar tienen una cola prensil, que se enrolla en espiral y les
permite aferrarse a corales y plantas subacuáticas.
Son miméticos, y, según la especie, capaces de
desarrollar largos filamentos de piel, o cambiar su color, para confundirse
entre las macro algas de su entorno. Esta estrategia de camuflaje es vital para
su supervivencia, ya que, al ser muy lentos de movimientos, no pueden huir
eficazmente de sus depredadores. Los caballitos de mar se han encontrado en
estómagos de grandes peces pelágicos, tales como el atún, la castañeta roja, el
pez dorado, o de cangrejos y aves de mar.
Respiran mediante branquias y su cuerpo se
soporta gracias a una columna vertebral. Para comunicarse con sus congéneres,
provocan una especie de chasquido con rápidos movimientos de su cabeza,
haciendo rozar una parte del cráneo con una parte de su esqueleto externo
superior. Este sonido también es perceptible en cautividad, cada vez que
aspiran una presa con su tubo bucal.
El sentido del olfato está ubicado en unas fosas
olfativas —situadas delante de los ojos— que filtran el agua, que es analizada
con precisión por células especializadas. Su oído está compuesto por unos
pequeños huesos, llamados otolitos, que son utilizados para recibir vibraciones
externas.
En esta especie animal es el macho quien se
ocupa del desarrollo de los huevos. La hembra usa su ovopositor para insertar
los huevos maduros dentro de la bolsa incubadora del macho, en donde son
fertilizados. Esta bolsa denominada marsupium, que permite diferenciar
externamente los sexos, se transforma facilitando nutrientes a los embriones,
los que en unas tres semanas estarán preparados para afrontar por sí mismos la
aventura de su vida.