domingo, 28 de enero de 2018

MORFOLOGÍA 

El cuerpo de los caballitos de mar está cubierto por una armadura de placas o anillos de constitución ósea. Su forma de nadar es muy diferente a la de los demás peces, así como la característica de tener el cuerpo en ángulo recto con la cabeza, hecha que no se da en ningún otro género conocido de peces. Adoptan una posición erecta, impulsándose con su aleta dorsal. El desplazamiento vertical lo consigue ajustando el volumen de aire de las vejigas natatorias y mediante las aletas pectorales. Las aletas son muy tenues y tienen forma de abanico. La dorsal impulsa los desplazamientos horizontales, y la agita unas 3 veces y media por segundo. No tienen aleta anal, en su lugar tienen una cola prensil, que se enrolla en espiral y les permite aferrarse a corales y plantas subacuáticas.

Son miméticos, y, según la especie, capaces de desarrollar largos filamentos de piel, o cambiar su color, para confundirse entre las macro algas de su entorno. Esta estrategia de camuflaje es vital para su supervivencia, ya que, al ser muy lentos de movimientos, no pueden huir eficazmente de sus depredadores. Los caballitos de mar se han encontrado en estómagos de grandes peces pelágicos, tales como el atún, la castañeta roja, el pez dorado, o de cangrejos y aves de mar.

Respiran mediante branquias y su cuerpo se soporta gracias a una columna vertebral.​ Para comunicarse con sus congéneres, provocan una especie de chasquido con rápidos movimientos de su cabeza, haciendo rozar una parte del cráneo con una parte de su esqueleto externo superior. Este sonido también es perceptible en cautividad, cada vez que aspiran una presa con su tubo bucal.

El sentido del olfato está ubicado en unas fosas olfativas —situadas delante de los ojos— que filtran el agua, que es analizada con precisión por células especializadas. Su oído está compuesto por unos pequeños huesos, llamados otolitos, que son utilizados para recibir vibraciones externas.

En esta especie animal es el macho quien se ocupa del desarrollo de los huevos. La hembra usa su ovopositor para insertar los huevos maduros dentro de la bolsa incubadora del macho, en donde son fertilizados. Esta bolsa denominada marsupium, que permite diferenciar externamente los sexos,​ se transforma facilitando nutrientes a los embriones, los que en unas tres semanas estarán preparados para afrontar por sí mismos la aventura de su vida.



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